Los primeros instrumentos que construyeron los Dioses fueros los oídos, portadores de sonido, y los ataron al rostro. Idearon un cuerpo para contener aquel fuego primigenio que, sin quemar, producía un suave chisporroteo interior y así pudiese fluir eternamente. El sonido sin luz no posee significancia, por lo que también crearon unos párpados cuya necesidad era la de pensar.

En estos tiempos que nos ha tocado vivir predomina la realidad del exceso, de la velocidad, del elogio de lo inmediato, que conduce por una senda en la que oír ya no es escuchar y ver ya no es mirar.

Afortunadamente para las pocas personas que todavía sienten el calor producido por la lumbre originaria existe un hogar, el Casino 1889, en Carballo (https://www.instagram.com/casino1889/) y el sábado 9 de Diciembre, siguiendo las señales de humo, unas almas latientes buscando redención tuvimos la fortuna y el placer de disfrutar de un concierto memorable de Lowcos y Johnson Woo.

LOWCOS

Sólo unos pocos locos pueden conseguir arrancar un rugir rebelde de guitarras y despertar la esencia salvaje de la juventud. Sus acordes son versos tatuados en el alma, melodías que narran la vida, la pasión y la rebeldía. En el escenario, su sudor se convierte en sangre y cada nota es un grito en la sintonía del desafío (fuera camisetas).

Suso (voz y guitarra), Nanny Mouro (guitarra), Pedro (bajo) y Adrián (batería) logran navegar por un océano de acordes que rompen como las olas en el corazón de la noche y sus letras son tatuajes líricos que susurran historias de desafío y libertad. En el escenario, crean rayos de electricidad  cuyas chispas encienden la pasión de los oyentes, escapando de ritmos sincopados y repetitivos (Muerte al Dembow!!!!!), logrando crear un viaje sonoro, una tormenta de emociones donde la melancolía y la euforia danzan juntas en el escenario.

JOHNSON WOO

https://www.instagram.com/johnsonwooband/

A tres tipos se les ha encomendado la tarea de llevar a la gente el cuento moralejado de Johnson Woo.  Tres tipos que mezclan soberbiamente estilos musicales como el rock, funk, lounge, country, grunge y dance; en algunas ocasiones incluso en el mismo tema.  Tres tipos cuyo sonido está tejido con la nostalgia de los días grises y de noches interminables, cuyos acordes son puentes que cruzan desde la melancolía hasta la electricidad vibrante. Tres tipos que logran realizar un viaje a través de colinas sonoras donde en cada compás resuena la esencia de una cultura que todavía disfruta del sonido atemporal rugiente.

Johnson Woo pertenecen a esa minoría que todavía saben conectar con el público, tejiendo constelaciones invisibles entre corazones. En los pocos silencios disponibles,  el público expectante, aguarda sus melodías que tocan las cuerdas más íntimas, creando un puente emocional. Cada mirada  genera un destello  compartido y en el eco de los aplausos, se forja una sinfonía efímera donde los músicos y los espectadores danzan juntos en una unión efervescente.

En la actualidad, la música sigue un camino cuya raíz digital pinta paisajes sonoros demasiado genéricos. Voces pitufinas, ritmos repetitivos y aburridos, previsibles. La evolución suele ser un eco en constante transformación, donde las melodías del ayer dan paso a un amanecer de sonidos vanguardistas. Aceptando que la música no deja de ser un espejo reflejando la realidad, añoro profundamente mayor diversidad, experimentación… músicos buscando una meta en perpetua metamorfosis.

Menos mal que todavía quedan algunos portadores del fuego de los dioses, grupazos como Lowcos y Johnson Woo, que nos ayudan a superar esta larga travesía por el desierto. Larga Vida al Rock!!!!