cerdo, gorrino, guarro, marrano, cochino, puerco

Matanza

Aquí va a verse explicado uno de los contrasentidos más graves en que incurre la humanidad, con relación al fruto de que mayor provecho saca para su alimento.

¿En qué principio de justicia se funda la animadversión con que se mira al cerdo, por su origen y forma, sobre todos los animales que rodean al hombre?

¿Cómo se compaginan el afán de poseerlo, la afición de criarlo y el ansia de comerlo, con ese desprecio profundo hacia la especie y ese lujo de dicterios sobre su modesta e inofensiva individualidad?

Llamémosle en español, y esta nomenclatura tiene similares en todas las lenguas: cerdo, gorrino, guarro, marrano, cochino, puerco y cuantos nombres sucios y asquerosos han podido aplicarse al más vil y despreciado de los seres; basta decir que nuestros padres no podían ni nombrarlo sin pedir perdón a la concurrencia, siendo así que aquél animalejo vergonzante, aquel inmundo bicho, que hasta su nombre ofendía, era, como antes indicamos, encanto de la familia, esperanza del invierno, tesoro para los hijos y fuente de recursos para la caridad.

Pan y marrano era, y son, en nuestra España un escudo contra todas las desdichas. ¿A qué vienen entonces tal lujo de dicterios? ¿Cómo tanta vergüenza pública y tanto honor privado?.

El cerdo es el único animal doméstico que no sirve más que para nutrir.

Los que lo han defendido hasta ahora dicen, y con razón, que no es mucho más feo que otros varios animales, ni mucho mas hediondo, ni mucho más dañino, ni mucho mas erjudicial bajo ningún aspecto que se le considere.

Todo ello es positivo, y, por añadidura podría decirse que el perro huele muy mal, que el gato araña, el caballo y el asno cocean, la vaca embiste y que apenas hay animal en contacto con el hombre a quien no debieran imponerse tantos anatemas, por lo menos, como el marrano. Pero lo que se callan sus defensores es que el marrano carece de la dualidad social para satisfacer al espísitu y a la materia. El perro huele mal, rompe, destroza, persigue y muerde, rabia y envenena; pero defiende la casa, ama y sigue a su dueño, es fiel, respetuoso, agradecido; en una palabra, es el amigo del hombre.

Solo el marrano constituye un emblema material. Sus pezuñas son ricas, su jamón excelente, su sangre gustosa, sabroso su tocino, aromático su lomo, suave y nutritiva su manteca y hasta la piel tostada, el rabo frito, la molleja rellena y el brazuelo ahumado son manjares que en otro tiempo fueron servidos a los dioses.

Alégrense los muchachos, vístase la casa de fiesta; el cerdo es un tesoro, mañana mataremos al cerdo. ¡Con qué placer vamos a gozar de su cuerpo y de su apetitosa sustancia!.

El hombre lo comprende y lo aprecia; el cerdo es un tesoro.

He aquí los clamores; pero no en una sensación de piedad, ni un suspiro de pena, ni un remordimiento del martirio. Todo el mundo cuenta que ha perdido una vaca, un caballo, un perro, un asno, pero nadie ha perdido un cerdo, por el contrario, el que lo mata se lo encuentra.

Fotografías: Roberto Rey. Realizadas con Fujifilm X100V.
TextoDoctor Thebussem (1828-1918).

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