Madeira es pintoresca y grandiosa. Sus paisajes están dominados por elevados picos que separan inmensos y profundos barrancos, con abundancia de exquisitas aguas y cuyo fértil suelo y benigno clima hacen la permanencia en ellas sumamente agradable. Sus costas, generalmente quebradas y de gran altura, están formadas por escarpados que descienden a pique sobre el mar. En sus montañas se presenta una zona nebulosa que se ve casi siempre asentada, como a la mitad de la altura, de manera que vistas de lejos parecen rodeadas de vapores, sobre los que destacan algunas veces, las cúspides de los picos que las dominan.
El paisaje de la isla de Madeira es exuberante: verde, montañoso, abrupto y a menudo sobrecogedor. Las erupciones volcánicas levantaron increíbles muros de roca que se precipitan al mar, la erosión ha tallado profundos valles y el agua (abundante en lluvias y nieblas) riega una espesa capa vegetal, dominada por bosques y cultivos.
Un mosaico de campos, bosques, terrazas de cultivo, valles exuberantes, acantilados rocosos y montañas encrestadas componen el hermoso paisaje de Madeira. La presencia de las flores impregna la brisa de agradables aromas en numerosos jardines o en plazas y calles ajardinadas.